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[Crónica] Chucho Valdés & Joe Lovano Quintet (Teatro Cervantes, Málaga, 25/10/2016)

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El primer encuentro entre Chucho Valdés y Joe Lovano tuvo lugar en La Habana durante los años ochenta. Ambos músicos eran muy apreciados por Bruce Lundvall, productor discográfico norteamericano que trató con infinidad de artistas de renombre como Willie Nelson, Wynton Marsalis o Norah Jones. Entre sus logros también encontramos el de haber conseguido que el sello Blue Note volviera a levantar cabeza. De ahí que, en cierto modo, los conciertos de esta gira sean un homenaje a la figura de Lundavall, fallecido el pasado año. La tournée entre Valdés y Lovano ha pasado por Francia, Portugal, Reino Unido y España, penúltima parada antes de finalizar el tramo europeo en AlemaniaA partir de noviembre recorrerá también Canadá y los Estados Unidos, rematando con seis fechas en el Birland de Nueva York.

Ambos, el pianista y el saxofonista, han terminado reuniéndose dentro de un quinteto que completan tres músicos cubanos: el contrabajista Gastón Joya y el percusionista Yaroldi Abreu —colaboradores habituales de Chucho—, y el batería Francisco Mela, músico cercano a Lovano. Juntos repasaron, respetuosos, piezas de Duke Ellington, Charlie Parker o Thelonious Monk siempre bajo un marcado y agradecido deje latino. Valdés, que reside en Benalmádena, nos agradecía nuestra presencia y declaraba que Málaga era ya su casa. Seguidamente se lanzaba a acariciar las teclas de su piano a un ritmo endiablado a la par que radiante. Lovano, tras finalizar sus intervenciones, se agazapaba tras la banda. Desde allí asentía y lanzaba alguna carcajada hasta que se requería nuevamente su presencia frente al micrófono. Además de invocar a los gigantes del jazz, también hubo tiempo para composiciones propias como Charlie ChanThe dawn of timeEternity o el bolero Tres palabras, que no tuvieron dificultad alguna para encajar en el notable repertorio.

Sobre el escenario, tras Valdés y Lovano, se sitúan Abreu, Mela y Joya. Los tres, sin excepción, cosecharon numerosas ovaciones a lo largo de la noche. No pasó desapercibido el intenso trato al que Joya sometió a su contrabajo: prácticamente tumbado sobre él, sus dedos subían y bajaban por las cuerdas como si de ardillas se tratasen. Y cuando Abreu se lanzaba frenéticamente a la percusión, Joya le secundaba golpeando y volteando su instrumento. Francisco Mela, por su parte, levantó exclamaciones en cada uno de sus pasmosos solos, colmados todos ellos de eficaces tretas tras los platillos. Ver para creer.

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