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balago – Darder

balagoLa sonda desorbitada.

En 1977 la NASA lanzó al espacio la nave no tripulada Voyage 1, una pequeña sonda aeronáutica destinada a alejarse hacia el infinito, rodeando de paso Júpiter y Saturno, y a nutrir de información a nuestros científicos, en su invariable huída, acerca de los confines mismos de los conocido; y hoy, más de 35 años después, aun sigue su camino en pos de lo ignoto. De hecho, según los responsables del proyecto, hace cosa de un año cruzó los confines del sistema solar, aventurándose en lo que los expertos denominan como universo interestelar, y abandonando para siempre lo que podría llamarse vulgarmente como su casa (en un sentido más que amplio). Y más allá de la heliosfera, campo de influencia del sol o Sistema Solar, se extiende, en palabras del periodista Richard A. Kerr de la revista Science, un entorno frío y oscuro.

Hemos de suponer que en esos remotos lugares reina el silencio más absoluto, o que, en todo caso, suenan de vez en cuando titánicos y sordos ruidos guturales provenientes del corazón mismo del universo infinito, aunque tal vez estemos equivocados. Es posible que el vasto cielo estrellado contenga su propia sonoridad, pero en el caso de que no es así, en la Tierra tenemos el sonido de balago para hacernos una idea. Como la Voyage 1, el proyecto que David Crespo arrancó hace ahora 15 años en La Garriga (Barcleona) ha ido alejándose poco a poco de los parámetros conocidos a velocidad de crucero, atravesando desde entonces fases de soledad y de compañía, hasta rebasar en 2013 una última barrera con su quinto disco, Darder (Foehn Records, 2013). Bajo el actual formato trío, completado por Guim Serradesanferm y Roger Crespo, balago parece no depender ya de órbita alguna. Desligándose casi por completo.

Podría decirse que en sus anteriores trabajos retrataban básicamente la visión humana frente a los abismos espaciales, con ritmos, texturas y estructuras melódicas determinadas que aun ahora siguen usando, pero sin olvidar su naturaleza, su procedencia y en la órbita de qué planeta estaban. Ese eco mecánico que ha habido siempre en su música, sobrehumano y equiparable en fuerza al poder de la naturaleza más oscura, eterna y primaria, aunque de origen artificial, no era más que el paisaje de un lejano universo que permanece inalterable disco tras disco. Pero lo que sí parece haber cambiado en su fórmula es la forma en la que ahora miran ese mismo paisaje, desligándose cada vez más de lo humano: como si de alguna manera se hubiera producido una asimilación entre el observador y el objeto de observación, por la pérdida de referencias vivas. balago se han transformado en aquello que hasta ahora solo describían.

Darder es la etapa de ese viaje espacial en la que la sonda empieza a no echar de menos la Tierra; en la que su propia naturaleza se acostumbra y mimetiza con el entorno, por muy lejano e inhóspito que sea. Conserva, eso sí, fuertes ademanes de melancolía, pero es más por la inercia o por la adaptación al medio que por un verdadero funcionamiento sentimental humano. Fruto del aislamiento más extremo, curiosamente en el espacio más abierto concebible, la inspiración en Darder sigue surgiendo de los lentos y casi imperceptibles movimientos de las fuerzas etéreas en la oscuridad, excelentemente bien dibujados a base de luminosas y escuetas líneas maestras. Con la eternidad como única limitación, parece que las imágenes que ahora nos reporta la nave de exploración tripulada de balago, hacen más referencia aun si cabe al acompasado pero despiadado ritmo de lo sobrehumano.

El ciclo vital propio del Cd genera, en cualquier caso, que la primera mitad sea más concreta que la segunda; como si la imagen fija de una explosión cósmica se fuera difuminando poco a poco. Salvo por L’Etern Retorn, ya al final del álbum, el peso más emocional y narrativo es sostenido, en los primeros compases, por temas como Nord, Ingràvid, Foc De Camp o El Penúltim. Son, probablemente, los últimos latigazos de influencia del sol y de los ritmos y parámetros musicales conocidos por el hombre bajo su influjo. A partir de aquí, igual que le pasa a la Voyage 1 de la NASA, balago se internará más allá de la última frontera humana, vagando por el mismo universo ignoto de antes, pero fuera ya del alcance de cualquier órbita conocida; incluso de la del sol. Eso sí, la gran diferencia con la nave real es, y será siempre, que el trío catalán sí tripula su proyecto, y pueden cambiar el rumbo cuando ellos quieran.

Recordamos que balago actuarán esta noche, jueves 24/10, en La[2] de Apolo.

 

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