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Animal Collective – Merriweather Post Pavilion

Es sorprendente, dando cortos paseos por diferentes foros musicales de la red, la cantidad de impresiones (abarcando todo el espectro de lo opinable) que se pueden leer sobre Merriweather Post Pavilion (Domino, 2009), el nuevo trabajo de Animal Collective. Todo comenzó con las alabanzas que les dedicaron algunos medios estadounidenses antes incluso de que el álbum se filtrara en internet. Después llegaron las opiniones feto, ansiosas, sin crédito alguno; esas que pretenden sorprender a base de comparaciones desorbitadas y sentencias vergonzosas para ensalzárlo pero que, al igual que aquellas que no comparten opinión, son completamente respetables. En cualquier caso, de lo que no cabe duda es que nos encontramos ante un disco llamado a protagonizar muchas polémicas musicales a lo largo de este 2009.

La portada, a pesar de tratarse de un sencillo y manido efecto óptico, sirve para anunciarnos lo que vamos a encontrarnos a lo largo de Merriweather Post Pavilion: canciones orgánicas, vivas, en constante movimiento. En este nuevo trabajo, Noah Lennox y compañía han llevado los caminos mágicos y nada fáciles que llenaban sus discos anteriores al territorio pop de estrofas y estribillos, sin ser ello óbice para que su particular y cada vez más imitado universo, lleno de experimentación, psicodelia, folk y cien cosas más, deslumbre como nunca. Es como si Peacebone ó Grass, puntos álgidos de obras anteriores, se presentaran aquí como alimento sonoro de más fácil digestión tanto para el oyente medio como para aquel que no se haya aventurado nunca con la música de esta gente. El punto esquizofrénico y maravilloso del que gozaban aquellas dejan paso a unas melodías más (entre comillas) convencionales llenas de luminosidad, juventud y locura intermitente.

Como todo álbum aprovechable y disfrutable, no es muy útil resaltar dos o tres temas. Sin embargo, podemos esquematizar el disco entre partes de pegada instantánea (el arrebato de In the flowers, los estribillos perfectos de My girls o Summertime clothes, la fiesta total de Brother sport…) y otras que crecen gracias a un hipnotismo que engancha (Guy eyes, No more runnin, Daily routine). Cierto es que Bluish reune todos esos ingredientes; es algo tan sugerente y delicado que le llena a uno el corazón de alegría gracias, en parte, a versos aparentemente inofensivos como “Ponte ese vestido que tanto me gusta / me vuelve loco, aunque no sé porqué / Quédate con las medias puestas un rato / hay algo mágico en tu forma de tumbarte ahí”. Por algo será.

Nos sabríamos muy bien etiquetar toda esta amalgama de sintetizadores, ritmos tribales, coros sesenteros, matices sonoros e incluso detalles krautrock. El caso es que importa bien poco cuando tenemos la oportunidad de sentir. Y este disco, para bien o para mal, de eso sabe un rato.

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