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Amores que matan. Elvis, la destrucción del hombre.

Amores que matan. Elvis, la destrucción del hombre.
Peter Guralnick
Global Rhythm Press, 847 págs.

La verdad es que la única crítica que se me ocurre hacerle a este segundo volumen –y que habría que hacer extensiva también al primero- es que parece que la vida de Elvis se mueve en el vacío, desvinculado de las turbulencias sociales y políticas de su época. Ahora bien, la magnitud de la obra de Guralnick me obliga a contestarme a mí mismo. Mil y pico páginas sobre Elvis son más que suficientes, y no hay necesidad de extenderse más sobre las circunstancias históricas por las que atravesaron los EE.UU. mientras Elvis vivió. Lo contrario hubiese sido excesivo: hubiéramos muerto, no de amores, sino de sopores. Pero además, puede contraargumentarse también que sí es verdad que, de algún modo, la vida de Elvis se desenvolvió en el vacío. Siempre estuvo rodeado de tal maraña de amigos, secretarios, relaciones públicas, seguridad… que terminó aislado –no contra su voluntad, todo sea dicho- y que, como en varias partes del volumen se recoge, cada vez se sentía más solo. En tercer lugar, y aunque sea de modo tangencial, encontramos referencias –escasas quizá- a los ecos de conflictos y cambios de la sociedad de los años sesenta y primeros setenta.

La segunda parte de la biografía de Elvis –Amores que matan. La destrucción del hombre– nos traslada a Alemania, donde Elvis cumplió con la obligación de todos los jóvenes americanos de ingresar en el ejército y servir a su patria durante dos años. La falta de visión histórica y la disgregación de los valores compartidos propios de nuestra sociedad no ayudan a valorar este dato en toda su magnitud. Elvis, figura contradictoria donde las haya, no dejó de ser un patriota, amante de su país y consciente de los valores que le hicieron grande. No en vano él encarnó como pocos el sueño americano, el chico pobre, emigrado a la ciudad, que de la noche a la mañana triunfa y en su ascenso no encuentra más límites que los que el propio éxito se encarga de crear. Elvis, por otro lado, y a eso íbamos, no mostró ninguna simpatía por los movimientos hippies y le desagradaba profundamente la apología de las drogas y la actitud antipatriótica de estos grupos. Consideraba a los Beatles, entre otros, como agentes disgregadores y corruptores de la juventud. Y bien, nos preguntamos: ¿cómo podía Elvis tener la caradura de decir y pensar de este modo, cuando las drogas –mezcladas con docenas de medicaciones “normales”- lo llevaron a él a la tumba?

La respuesta no es sencilla, pero sí humana. Hay que agradecer a Guralnick la honestidad de su trabajo y el rigor de su labor de historiador. Ha tratado, no de hacer una historia objetiva, que al fin y al cabo, además de ser imposible, no sirve para nada, sino hacer presente los cientos de visiones subjetivas de los protagonistas de esta historia. Y gracias a eso nos creemos -al menos servidor se lo cree- que Elvis era sincero en su disgusto por los movimientos anti-sistema de los años sesenta; que era sincero al verse dolido por las corrientes que en su juicio dañaban a la juventud; también por qué Elvis era tan atractivo para las mujeres, con su trato respetuoso de la primera vez, y cómo se sentían dolidas y engañadas o conquistadas y valoradas, con toda la complejidad de las relaciones que surgen entre un hombre excepcionalmente famoso y una –o decenas- de mujeres variopintas; entendemos por qué permanecían los amigos de Elvis en su entorno y por qué se marchaban; por qué Elvis quedó dolido con el segundo matrimonio de su padre y cómo sufría éste ante los despilfarros de su hijo; la frustración de Elvis al saber que no obtendría papeles cinematográficos de hondura dramática; y miles de detalles más. Guralnick se pone delante de las situaciones, y gracias a sus ciento de entrevistas, es capaz de entregarnos una cabal comprensión de la complejidad del personaje y de las dificultades de vivir “siendo Elvis”. Su humanidad aparece en multitud de pequeñas ocasiones: el trato con otros artistas es muy significativo del encanto que desprendía. Al coincidir en un show con James Brown, se esperaba que Elvis permaneciese y que fuese Brown quien se acercase, cuando de repente es Elvis el que va hasta el Padrino. La voz principal del Gospel Sweet Inspirations, coro contratado para el show de Elvis en Las Vegas, recuerda cómo se les presentó diciendo su nombre, como si no supieran ellos quién era, y que empezó a contarles todo lo que él conocía de su música, tarareando sus canciones.

Los logros artísticos fueron indudables –sin ellos, poco serviría seguir hablando de Elvis-, y para dar cuenta de su medida, el autor repasa las crónicas de su mítico regreso a los escenarios en Las Vegas, así como la transmisión vía satélite del concierto especial Aloha from Hawai. Las sesiones de grabación, por otra parte, fueron perdiendo la atmósfera de inspiración que había sido protagonista de la mayor parte de sus éxitos; el material que le ofrecían era cada vez más pobre y se esfumaba su interés en grabar, incumpliendo sus contratos, y en ocasiones, interrumpía las sesiones para hacer demostraciones de kárate ante los músicos. Fue tanta la altura a la que había llegado que el declive duró varios años. Giras cada vez más desastrosas, deterioro físico más y más visible, hasta que se produce, en el baño de su casa, la muerte. La escena es recogida por Guralnick con un hondo patetismo, y con todos los caracteres de tragedia que tuvo la vida de Elvis, como el propio autor afirma en su prólogo. El sueño americano y la tragedia griega. Están los dos presentes, por eso no extraña que se preguntara en muchas ocasiones cuál era el sentido de su vida, cuál era su misión, con esa honda preocupación mística que le hacía devorar libros de pseudoreligión y autoayuda. ¿Cuál es la misión de un artista, de un cantante, de un “entertainer”? ¿Deben buscar los cantantes motivos exteriores a ellos para justificarse, cambios climáticos, selvas en peligro, peces contaminados y un rosario de causas políticamente correctas? Me quedo con Elvis y su pequeña gran misión: hacer feliz a la gente con su música, con su voz. No es poco, y eso fue Elvis, el más grande y el más trágico del panteón de las estrellas del rock and roll.

Autor: Pablo Gutiérrez Carreras

2 comentarios

  1. Muy bueno su comentario .. sobre el trabajo de Guralnick.. Felicitaciones.. quisiera conseguir este libro…. ya que vivo en venezuela.. ,, Gracias!!!

  2. Realmente un trabajo extraordinario, aqui en la Ciudad de México ya se encuentra disponible. (SANBORNS). Saludos a todos los fans de Elvis.
    Elvis`Brightness Mexico.-

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